miércoles, 23 de marzo de 2011

el fiduch y la princesa

El fiduch y la princesa...

 
Voy a contarte un secreto, a ti y a todos esos a los que a las palabras de esta leyenda olvidada han acudido desde tiempos remotos…

once upon a time

Érase una vez un lejano reino rodeado enteramente por muros de piedra. Nadie podía salir de él ni mucho menos entrar pues de rosales llenos de espinas estaban cubiertos sus fronteras. En el palacio vivía la princesa Serenity junto a su corte. Nunca supo cuando llegó, tan solo recuerda que despertó una fría mañana de enero con una pesada corona en su cabeza, sin ni tan siquiera una humilde nota que le indicara cual era su deber y que debía hacer. Se sentía tan sola, tan agobiada tras esos muros que tapaban cualquier tipo de claridad que intentara inundar el lugar.

Estaba cansada de escuchar a tantos nobles y duques que venían a visitarla recordándole una vez más el linaje real que corría por sus venas, siempre con sus falsas sonrisas y halagadores piropos.

¿Es que acaso ellos no tenían ganas de salir del reino?
¿Era ella la única a la que las ansias de libertad le corrían por las venas?

Durante muchos años lo creyó así, siempre fingiendo fortaleza y ocultando sus anhelos. Las princesas no habían nacido para ser libres, eso era algo que todo el mundo sabía.
Pero Serenity se consumía. Tan joven y tan triste pensaban algunos. Por muchos que su consejero se empeñase en intentar remediarlo, haciéndole llegar bufones de todo tipo, unos cantaban, otros actuaban, incluso hubo uno que echaba fuego por la boca mientras hacia malabares con cuatro limones.

La princesa no sonreía. Permanecía estática, ahogada en sus pensamientos mientras cerraba los ojos con la esperanza de que al abrirlos la realidad fuese otra.

Pero a veces, la mariposa que guarda el destino despliega sus alas, y no podemos saber a donde.


Todo ocurrió en un día de tantos otros para la princesa, el consejero real le informó de que un nuevo bufón había llegado. Las puestas se abrieron dejando entrar a un extraño muchacho vestido con una túnica que le tapaba parte de su rostro. Lentamente, se encaminó hasta ella. Al llegar al altar, bajó su capucha y se arrodilló ante Serenity mientras unos mechones rubios caían sobre su rostro. Ella lo miró curiosa y le dijo:




-         Tus ropajes no son los de un bufón y creo jamás haberte visto por estas tierras ¿Acaso planeas algo?- dijo cortante la princesa
-         Mi nombre es Erick, nací a las afueras de palacio al cuidado de una familia campesina y vengo a conseguir la sonrisa que según dicen, su real majestad perdió hace tiempo- dijo él mientras clavaba sus ojos verdes en ella.

Serenity movió la cabeza en señal de asentimiento y se dispuso a escuchar al muchacho.
Erick sonrió y se dispuso a leer el poema que le tenía preparado
 


La princesa está triste. Qué tendrá la princesa
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

Ay, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal

OH, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida
(La princesa está triste; la princesa está pálida.)
¡OH visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(la princesa está pálida; la princesa está triste),
más brillante que el alba, más hermoso que
Abril!



-         ¡Tú! ¿Como osas escribir un poema así? No tienes ningún derecho- se levantó irritada la princesa
Menos mal que no había nadie más en la sala, si no, se hubieran asombrado de tal comportamiento


-         Pero su majestad… ¿Quien dijo que el poema era de usted?- le contestó sarcástico el chico.
-         Has mentido, no eres bufón ni eres de mi reino- dijo Serenity
-         Tiene razón, vengo de un lejano reino donde los manantiales abundan, las flores rodean los caminos y el cantar de los pájaros a todo visitante embelesa. Me adentré tanto en su bosque en busca de aventuras que acabé a las puertas de este reino- contestó Erick
-         Es imposible, nada ni nadie puede entrar en mis dominios
-         ¿En serio lo cree? Pensé que era usted mas lista, al fin y al cabo, no elegí su reino por que sí, pero en fin, si no confía en lo que le digo, tendré que irme- dijo Erick a la vez que se encaminaba hacia la puerta
-         No has conseguido mi sonrisa, dijiste que lo harías.- dijo hablándole al aire la princesa

El muchacho, al escuchar esto, retrocedió y caminó hacia la princesa.




-         ¿Me permite llamarla por su nombre?- le susurró Erick al oído y ella asintió confundida- Pues bien, Serenity si es tu libertad lo que más deseas, tan solo sígueme que yo te ayudaré a escapar de este reino.
-         ¿Cómo se que no quieres raptarme? – preguntó con apariencia recelosa, aunque bien sabía que sus dudas se habían disipado al oír ese extraño poema que había reflejado su alma como nadie lo había hecho.
-         ¿No será que tienes miedo a fugarte, a lo desconocido, a romper todas esas barreras que te impiden respirar?- le preguntó Erick
-         Sabes que no, me has demostrado que sabes tanto de mi en ese poema, pero aun así quisiera saber quien eres en realidad- dijo Serenity mirándolo a los ojos.
-         En el momento indicado te revelaré mi verdadera identidad, ahora solo tienes que confiar en mí.
-         Confío en ti- contestó Serenity

Y en un instante, sintió como el muchacho le agarraba de la mano y empezaba a correr mientras tiraba de ella. Atravesaron oscuros pasillos con tenebrosos cuadros que Serenity no había visto en su vida hasta que llegaron a un extraño muro que estaba en medio de una gran habitación

- ¿Aquí es a donde me has llevado? Conozco perfectamente los muros que aíslan nuestro reino, no me llama la atención uno que esté en medio de una habitación, por muy extraño que parezca. – dijo Serenity
- Te dije que te recobraría la sonrisa ¿Verdad? pues además de eso, te voy a decir algo que jamás te enseñaron, en mi reino, las princesas son libres. Ahora agárrate fuerte a mi mano y toca el muro, tan solo una princesa puede abrirlo- contestó Erick
- Pero, qué hubieras echo si yo no hubiese venido, no hubieras podido salir de aquí- comentó preocupada Serenity
- Te olvidas, de que a la vez que tu confías en mi, yo también confío en ti, no por nada elegí este reino.- le dijo con una sonrisa Erick

Serenity alzó su mano hasta el muro y, con tan solo el roce de sus dedos, el cemento se hizo hielo y una luz cegadora los atrapó.

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Ambos se despertaron tirados en el suelo rodeados de plantas y árboles.

Era el bosque que Erick había seguido hasta llegar a su antiguo reino.
El muchacho se incorporó y le tendió la mano a Serenity para levantarla.


-         Me dirás ahora quien eres – le dijo ella.
-         Tengo muchos nombres, Xavier, Eduard, Paul, aunque prefiero que me llames Erick. Hace unos años era campesino, en eso no te he mentido pero actualmente soy un ``fiduch´´, una persona que se dedica a potenciar la confianza y las ansias de libertad de princesas que viven atrapadas en sus propios reinos, haciéndoles ver que son ellas mismas, capaces de liberarse.
-         ¿Podré ser yo también una fiduch?- preguntó con una sonrisa Serenity
-         Sólo si vienes conmigo- dijo ofreciéndole la mano, Erick.
 
Y así, juntos, se internaron en las entrañas del bosque, no como princesa y campesino, sino como dos fiduchs en busca de aventuras.

 Muchos decían que esta extraña pareja estaba dominada por el diablo, que iban de reino en reino liberando princesas y príncipes encantados. Los más envidiosos creían que eran unos aprovechados que querían pasar a la historia.

Yo opino que, tal vez, nada más que eran dos jóvenes en contra de su destino

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